martes, 29 de noviembre de 2011

REPORTE DE LA AGENCIA KALI-YUGA (29/11/11)

EL VERDADERO ENEMIGO DE ISRAEL


La revelación reciente efectuada por medios de inteligencia turcos de que aviones israelíes habían estado operando en territorio sirio -y que incluso uno de ellos cayó a tierra- pero no bombardeando objetivos militares ni combatiendo a su régimen ‘enemigo’ y estrecho aliado de Irán, sino por el contrario respaldándolo y ayudándolo en la detección de los refugios rebeldes, ha dado mucho que pensar entre diferentes personas que hoy analizan este nuevo fenómeno conocido como la primavera árabe. Y si a esto le asociamos el hecho de que se ha hecho pública también la presencia de barcos rusos en la región brindando apoyo abierto hacia tal gobierno, de ser cierta la revelación de los medios turcos, Rusia e Israel estarían en un mismo bando confrontando con los EEUU y la OTAN que apoyan abiertamente a los rebeldes.
Esta serie de aparentes incongruencias tienen en cambio una explicación que también se vincula estrechamente con lo que aconteciera recientemente en otros hechos similares. Nosotros hemos dicho en su momento que el hecho de que la OTAN hubiese bombardeado y ayudado al derrocamiento de Gaddafi, no lo convertía ni a éste en un enemigo del mundo moderno ni a los rebeldes en meros títeres de los norteamericanos. Debe tenerse presente siempre la máxima de que estos últimos no actúan por amor ni fidelidad hacia las personas, sino hacia los propios intereses; y al respecto sea Gaddafi, del mismo modo que Mubarak en Egipto y Ben Alí en Túnez, fueron en su momento una garantía necesaria para la supervivencia de Israel y un freno hacia los avances del fundamentalismo islámico y de su gran objetivo que les quita el sueño a los norteamericanos, la constitución de un califato. Recordemos que fue justamente en función de evitar tal meta que el ex presidente Bush justificara públicamente su invasión a Irak. Sin embargo, como son políticos y saben que las personas son apenas fusibles en función de objetivos superiores, comprendieron, luego de los fallidos intentos de conservarlos a Ben Alí y a Mubarak en el poder a cualquier precio a pesar del generalizado repudio de la población, que cuando una causa está irreversiblemente perdida hay que esforzarse entonces por ponerse del lado del que gana a fin de tratar de influir en el nuevo rumbo a inaugurarse. Y al respecto vale la pena recordar las súplicas de último momento efectuadas por Gaddafi antes de que el ‘imperio’ le soltara la mano. Manifestó lisa y llanamente que en caso de no estar más Al Qaeda ocuparía el lugar dejado vacante y la consecuencia de ello iban a ser fenómenos no deseados como la desoccidentalización de esa región por la implantación de la Sharia, la desestabilización del Estado de Israel, es decir su desaparición lisa y llana, así como la invasión masiva a Europa de contingentes africanos. Y al respecto es de destacar que en el ‘mundo libre’ hubo un debate muy agobiante que incluso trascendió las fronteras respecto de qué era lo que convenía hacer. Si respaldar a Gaddafi y aplastar a los rebeldes pues de este modo se lo haría también con las huestes de Bin Laden o por el contrario ponerse del lado de la revolución con la finalidad de influir en ésta haciéndola democrática. Se pensó entonces al respecto que, por más que se lo apoyara como se lo había venido haciendo a regañadientes durante 42 años, los dados ya habían sido echados y la suerte del tirano, debido a su gran impopularidad, era irreversible por lo que tarde o temprano habría de sucumbir. La heroica resistencia llevada a cabo por las ciudades de Misurata y Bengazi, que soportaron casi sin recursos el tremendo bombardeo del arsenal de Gaddafi, fue un factor determinante en tal decisión. Sin embargo esta postura no era apoyada para nada por el sector conocido como de los halcones, entre los cuales se hallaban personas como Aznar en España, fanático propulsor de la invasión a Irak, quien hiciera pública tal disidencia y Netanyahu en Israel, quien obviamente se cuidó sobremanera de hacer conocer cualquier apoyo al libio para no desprestigiarlo. Consideraban estos últimos que los árabes, en tanto islámicos, no están hechos para la democracia por lo que en caso de asumirla o de denominar a tales movimientos como ‘primaveras’ de tal signo, se trataba apenas de una excusa o de una cobertura para llevar a cabo una revolución antimoderna de más gran envergadura que diera por resultado el avance del fundamentalismo. Netanyahu recordaba en carne propia y con amargura que, luego de la caída de Mubarak, la frontera del Sinaí se había convertido en tierra de nadie y desde allí, operando ahora Al Qaeda en el Sinaí, se suceden hasta el día de hoy incesantes ataques al territorio israelí así como se han producido ya 8 atentados contra los oleoductos y gasoductos que los proveen de tan vitales combustibles. Tenía en claro al respecto que en cualquier caso un régimen laico o que utilice a la religión para sus fines propios, como los casos de Gaddafi y Assad en Siria, siempre será preferible a uno abiertamente religioso. El laico, en tanto está subordinado al logro de intereses de parte de carácter prioritariamente político y económico, negocia y busca salidas a las crisis, acepta un statu quo tratando de obtener alguna ventaja, es decir forma parte del sistema. Eso es lo que hicieron Nasser y sus herederos como Sadat y Mubarak en Egipto quienes, tras una guerra acotada de apenas 6 días y de vergonzoso final, terminaron negociando, suplantando así la lucha en contra del invasor por el logro de fronteras móviles, espacios geográficos más acordes con sus intereses, es decir aceptando finalmente la existencia de esa gran anomalía consistente en el Estado de Israel. Aun hoy en día esto último es lo que diferencia a las políticas del grupo laico Al Fatah y el religioso Hamas en Palestina.
Assad y Ahmanijedad, grandes aliados y al mismo tiempo ‘enemigos’ del Occidente e Israel han aceptado también tal statu quo. Sin ir muy lejos Irán fue una pieza clave en el reordenamiento de Irak y Afganistán tras las respectivas invasiones correctivas efectuadas por los EEUU y sus satélites. Siempre serán mejores por lo tanto que un régimen inspirado en el Califato islámico que no acepta en modo alguno negociar ni formar parte del sistema, pero no es táctico ensalzarlos y hacer público un respaldo a los mismos. Lo conveniente es pues convertirlos en los malos ante el gran público, desviando así la atención respecto de quién es el verdadero enemigo y amenazarlos diariamente con invasiones y ataques durante 10 años consecutivos sin llegar nunca a hacerlo*, ya que el enemigo que se elige es el mejor de todos, en cambio el peor es aquel que, habiéndolo en cambio elegido a uno, no acepta ningún tipo de diálogo, sino la destrucción lisa y llana del sistema. De este último en lo posible es conveniente hablar lo menos posible o en todo caso convertirlo en amigo para así confundir a las partes. Esto es lo que explica las incesantes campañas que, contrastantes con las más elementales evidencias, intentan hacer de Al Qaeda una fuerza al servicio de EEUU. Por eso así como a Gaddafi en su momento se lo apoyó y al mismo tiempo se lo abandonó cuando las cartas ya estaban echadas, pasa exactamente lo mismo con Assad. Como en una ruleta en la que se apuesta a los dos colores para evitar perder o en todo caso para que la pérdida no sea tan estrepitosa, el moderno tiene dos políticas diferentes a su respecto. Por un lado Rusia e Israel, en grados diferentes y en el segundo caso sin ninguna publicidad, lo apoyan para sostenerlo, pero por el otro la OTAN y EEUU lo atacan para quedar bien parados cuando ya no esté más. En cualquiera de los dos casos de lo que se trata es de evitar que triunfe el califato.

* Nosotros siempre hemos venido diciendo que, por más desagrado que puedan causarle al Occidente y a Israel las declaraciones de Ahminajedad, siempre se lo preferirá antes que a Al Qaeda y que eso no resulta conveniente decirlo pues en tal caso se obtendría que la opinión pública adversa al sionismo se volcara del lado de estos últimos. Por esta razón todo no va a pasar de amenazas efectuadas con tal finalidad, y que por lo tanto no van a invadir a Irán aunque, en tanto se trata de un ámbito humano y libre, no descartamos absolutamente que ello pueda llegar a suceder y que en tal caso el Occidente cometa un error que le será muy caro pues lo que obtendría con ello sería unir a la totalidad del mundo islámico.

Walter Preziosi

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