En un novelón digno de los teleteatros de la tarde, Obama y los
gobernantes de los principales países de Europa que habían manifestado su deseo de
castigar a Siria con un bombardeo correctivo por haber utilizado armas químicas
prohibidas, repentinamente han comenzado a dar marcha atrás de a poco en sus
intenciones originarias. Primero empezó con Cameron en Inglaterra, cuyo
parlamento votó masivamente en contra del pedido del premier de participar de
una acción punitiva. Y ahora en el día de hoy Obama, en un extraño discurso,
repleto de incoherencias, luego de haber manifestado su intención irreversible
de intervenir, ha dicho que la decisión última debe ser de parte del congreso
de su nación, por lo cual, de seguirse con los caminos parlamentarios, tal acción
militar tardaría otros 10 días en concretarse, esta vez en una soledad casi
total, pues sólo Francia lo acompañaría aunque no se sabe si en tanto tiempo
seguirá con la misma idea. La realidad de todo esto es muy sencilla. Obama ha
sido esclavo de sus palabras cuando dijo que la última barrera de contención a
una participación militar en la guerra de Siria era el uso de armas químicas. Y
éstas sin lugar a dudas fueron usadas, a pesar de que se haya instrumentado una
campaña en contrario para inculpar de ello a los mismos rebeldes. Ingresaría en
el género de la imbecilidad suponer que algún movimiento mate a sus propios
familiares, entre ellos a una mayoría de niños, para obtener una intervención
militar que como vemos es harto improbable. Aparte que los costos finales de la
misma, de no suceder tal cosa, sin lugar a dudas que perjudicarán al bando que
ha sufrido tal ataque, pues muchos combatientes hesitarán ir al frente a
sabiendas de que sus familiares pueden llegar a padecer represalias de tal
tipo.
Era indudable además que la acción de Obama tenía también un
sentido ulterior. Tal como hemos dicho EEUU si bien no quiere que siga Assad en
el poder pues lo considera un elemento riesgoso para la estabilidad de la región,
por otro lado teme que a su caída suceda lo mismo que en Libia en donde hoy en
día, en un país anarquizado, la fuerza que se enseñorea es Al Qaeda en el
Magreb. Por lo tanto una acción de tal tipo habría tenido la finalidad de
atacar también las bases de tal organización enemiga en el mismo territorio
sirio en donde la misma ha tenido últimamente unos éxitos resonantes,
especialmente con la conquista total de la ciudad de Aleppo y con la toma de
una veintena de localidades en la región de Latakia. Esto es lo que explica
también que Rusia haya asumido una postura sosegada respecto de la acción
norteamericana la cual si con la excusa de atacar a Assad lo hacía también
contra Al Qaeda destruyendo sus bases, iba a beneficiarla enormemente en la
guerra que contra esta misma organización lleva a cabo en el Cáucaso.
Pero al parecer la deserción masiva de una fuerza militar saturada
de derrotas en Irak, Afganistán y ahora también en Libia ha hecho que la opinión
pública de todos los países occidentales sea reacia cada vez más a una aventura
bélica. Se calcula que en los EEUU solamente el 9% de su población estaba
dispuesta a intervenir militarmente aun por razones humanitarias como las
cacareadas.
Queda un pequeño capítulo para toda esa fauna internacional de
internautas izquierdizados por la propaganda rusa que se indignan y exaltan por
la eventual invasión norteamericana que como sabemos nunca acontecerá, pero que
en cambio y paradojalmente nunca han dedicado un solo renglón ni una sola
monserga a los cotidianos ataques aéreos que en Pakistán, Yemen, Somalia y
Nigeria entre otros los silenciosos drones o aviones inteligentes efectúan
masacrando semanalmente a unas 300 personas entre las cuales al parecer hay
wahabitas y salafistas, los convertidos por la prensa pajarona en los nuevos
demonios, como eran antes los nazis o los comunistas. Respecto de tales muertes
y bombardeos reales, por supuesto que no hay ninguna protesta, porque son
muertes buenas de enemigos de la gloriosa Unión soviética, perdón, de Rusia.
Walter Preziosi
Walter Preziosi
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