REPORTE DE LA AGENCIA DE NOTICIAS KALI-YUGA (25/08/13)
LA ‘INVASIÓN’ A SIRIA
Desde
que el gran enemigo que le quita el sueño al ‘imperio unipolar’ entró en escena
el 11S, dos fueron las tácticas aplicadas en su contra. La primera, la acción
directa, es decir la invasión con tropas a fin de terminar con los gobiernos
que lo cobijaban y que estaban dispuestos a colaborar con él. Según informes proporcionados
por la CIA, Afganistán alojaba a la plana mayor de Al Qaeda y Saddam Hussein, aun
sin ser fundamentalista como los talibanes, estaba dispuesto a aliarse a Al
Qaeda para vengar la afrenta de la invasión de 1991 efectuada por el papá del
entonces presidente Bush (jr). En los dos casos las guerras fueron largas y los
resultados espantosos para los EEUU. En el primero, luego de ya 12 años de
guerra interminable, los talibanes están a punto de volver al poder y se
encuentran en provincias en donde antes no estaban y en Irak, luego de la
destitución y ahorcamiento de Saddam, ya Al Qaeda disputa la soberanía en el
territorio. A todo esto la guerra no ha sido en nada beneficiosa para los
norteamericanos y el ‘mundo libre’ en otros terrenos. Por su culpa y sus gastos
descomunales, que superaron con creces a los de la misma última gran contienda
bélica, sin haber podido en manera alguna resarcirse, hoy dicho universo
atraviesa la peor crisis de toda su historia. Políticamente Norteamérica ha
perdido el prestigio que antes tenía pues ha demostrado ineficacia en vencer a
su enemigo, en este caso una simple banda armada nómade, es decir no asentada
en Estado alguno.
Fue por
eso que, como consecuencia de las mismas se produjo un fenómeno nuevo y arrollador,
conocido como el de las Primaveras árabes que comenzó arrasando con gobiernos
serviles a sus intereses y a los de Israel, como el de Túnez y Egipto y amenazando
con extenderse a todas partes. Ante este nuevo acontecimiento expresamente
excluyó la primera táctica empleada con tanto fracaso de su parte y, tras un
primer momento de apoyo fallido a los regímenes derrocados, pensó que la mejor
forma de evitar que la revolución islámica triunfara y que, como secuela de
ello, pudiesen luego extenderse sus efectos al mundo entero, la mejor forma era
tratar de encarrilarlas hacia sus propios fines; en este caso sustituir las
dictaduras modernas y nacionalistas por regímenes democráticos del estilo
europeo y latinoamericano, las que hasta ahora han dado excelentes frutos y
pueden lograr que las multitudes puedan abandonar su religión raigal por la del
consumo y la producción en serie. Por tal razón, en el caso de Mubarak en
Egipto, se le restó todo apoyo al mismo, a pesar de la oposición formulada por
Israel y los halcones y con el siguiente dictador, Gaddafi, se avanzó un poco
más en el compromiso ayudando a los rebeldes con bombardeos en sus bases
operativas, puesto que aquí, a diferencia de Egipto, el régimen se había
propuesto resistir hasta el final, cosa esta última, recordemos, también
reprochada por los mismos halcones. Pero esta segunda táctica tampoco resultó
exitosa. En Egipto y Túnez, tras convocarse a elecciones, ganaron
multitudinariamente los islamistas y en Libia ni siquiera se ha podido votar
puesto que el país se encuentra ahora en estado de fragmentación y guerra
civil, encontrándose el sur directamente controlado por Al Qaeda en el Magreb,
lo cual explica que la jihad se haya expandido a las regiones cercanas de Malí
y Níger, sin hablar de Mauritania y Marruecos. Es decir, la llama de la
revolución islámica no pudo ser apagada por ninguna de las dos tácticas
empleadas. Y esto ha sido entendido también por todos los protagonistas del
conflicto. Las fuerzas del régimen que colaboraran con el statu quo moderno permitiendo la presencia en la región de una
colonia europea, el Estado de Israel, también tomaron nota de este hecho. En
Egipto primeramente las Fuerzas Armadas dieron un feroz golpe de Estado sin que
por supuesto ningún país occidental ni oriental, que apoyara tal proceso, fuera
más allá de una mera protesta formal. Es más, esta vez EEUU, que en su
legislación impide tener relaciones con gobiernos surgidos de un golpe de Estado,
se negó a calificar como tal a lo acontecido con Al Sisi y continuó ayudándolo
así militarmente a pesar de que hubiese asesinado a cerca de 3000 personas que
manifestaban pacíficamente en las calles. El resultado ha sido que tras tal
represión los musulmanes abandonaran las calles, pero se aproxima sin más la
nueva etapa revolucionaria que es la de la clandestinidad y el jihadismo, ahora
que la democracia ha terminado. En Siria han imitado a los militares egipcios,
a sabiendas de que el mundo libre no piensa intervenir en manera alguna. Por
eso Assad, para desalentar a los rebeldes ha utilizado armas químicas
contundentes en contra de los barrios de Damasco que apoyaron tal movimiento.
Lo único que hasta ahora ha producido ha sido una reacción verbal y un envío de
navíos a la zona por parte de EEUU, el que casi con seguridad no intervendrá.
Si lo hiciera cometería un nuevo error como en las dos guerras perdidas
anteriormente y confirmaría así la táctica de Bin Laden de que para destruir a
Norteamérica hay que obligarlo a hacer muchas guerras. Las otras naciones
europeas amigas han asumido también una postura similar. Merkel dijo que es
absurdo intervenir y el único que habló de una ‘intervención fuerte’ fue
Hollande, aunque seguidamente descartó la salida militar. El editorial del día
de hoy del New York Times, que
refleja habitualmente el pensamiento de Obama, dice con claridad que EEUU no se
va a incriminar militarmente en la guerra, agregando a ello una razón
complementaria. Que si bien Assad es un problema pues ha incrementado su
alianza con Rusia, Irán y Hezbollah, lo que podría llegar a suceder de no estar
más es algo peor para ellos, el triunfo de Al Qaeda y por lo tanto la quiebra
definitiva de la paz en el Medio Oriente y en las fronteras de Israel. Que lo que
conviene hacer, y éste parece el camino elegido por Obama, es que la guerra continúe empatada en tiempo ilimitado. Cuando se
ve que Assad avanza ayudar un poco a los rebeldes con armas, pero si son éstos
los que triunfan entonces suspender inmediatamente el auxilio militar. Es decir
entonces, para los exaltados que transitan por internet anunciando una futura
intervención militar, si Obama es criterioso, y creemos que lo es más que su
predecesor, no intervendrá militarmente
en Siria, aunque si esto sucediera la revolución islámica sería finalmente
la beneficiada, tal como aconteciera con las intervenciones anteriores.
Ésta es
pues la estrategia implementada la cual sí podrá dar resultados inmediatos y
alcanzarán para que Obama termine sin mayores sofocones su mandato
presidencial, pero bien sabemos que, si la guerra se extiende en el tiempo, el
fundamentalismo será el ganancioso tarde o temprano, de la misma manera que en
Egipto lo ha sido con el golpe de Estado y la represión.
Walter Preziosi
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