LA RAMITA DE OBAMA
En unas recientes declaraciones públicas, referidas a los hechos que
hoy se viven en Ucrania, el ex rival de Obama en las últimas elecciones
presidenciales, Mc Cain, acaba de efectuar una muy certera comparación entre el
negro y uno de sus predecesores, Teodoro Roosewelt. Este último solía decir que
en materia de política internacional había que hablar con voz suave pero al
mismo tiempo exhibir un gran garrote. Obama en cambio, según Mc Cain, grita en
forma desaforada, pero amenaza apenas con una pequeña ramita. En efecto, luego
de que Rusia procediera a invadir Crimea y que amenazara en forma contundente
con hacerlo con el este del país, Obama y sus socios europeos solamente acuden
a castigos económicos menores, tales como negar visas a diplomáticos y
empresarios rusos para viajar al occidente, o hacer transacciones bancarias
legales, pero en ningún caso, tal como afirma Mc Cain, acuden a algún tipo de coacción
militar capaz de hacer retroceder a Putin en sus pretensiones. Este mismo razonamiento,
aunque sin utilizar tal metáfora, lo había efectuado tiempo atrás el famoso
trilateralista Z. Brezynski en un reciente viaje a Polonia de donde es
originario. De acuerdo al mismo, Obama nunca puede estar diciendo en público
que en ningún caso piensa enviar tropas a Ucrania para defenderla de una
posible invasión rusa, tal como efectivamente luego sucedería. Su actitud
violenta las más elementales normas de la política internacional y pone en
jaque los intereses de los EEUU y del mundo occidental al estar alentando el
accionar de su rival. Y si a esto le asociamos lo acontecido en Siria en donde,
según también criticara con vehemencia Mc Cain, Obama llegó a amenazar con un
bombardeo luego de que se lanzaran bombas químicas en contra de la población
civil, pero después, ante unas meras promesas verbales de suprimirlas, lo cual
por otra parte no enmendaba el crimen ya cometido, borró con el codo esa
amenaza de ataque inminente y hasta miró para otro lado cuando Assad continuó
lanzando todo tipo de armas prohibidas, incluso en algunos casos peores por sus
efectos que las mismas bombas químicas, como las de barril o de racimo. Todo
esto a cualquier politólogo mínimamente avezado podría hacerle decir: ¿No sabe
acaso Obama que desde el punto de vista de los ‘intereses geopolíticos’ a los
EEUU le conviene que Assad caiga y que, como consecuencia de ello, Rusia pierda
su puerto de Tartous, que es su única base marítima en el Mediterráneo? Con
total seguridad que una intervención militar parecida a la empleada en Libia en
donde simplemente se suprimió el poder aéreo de Gaddafi iba a terminar
inclinando en forma aun más precipitada la caída del déspota sirio pues en la
actualidad aun con la utilización de tales armas prohibidas la situación
militar en tal país es levemente favorable a los rebeldes. ¿Qué sucedería si
Assad no contara con las armas rusas?
Llegados a este punto, en donde se pone en harta evidencia que los EEUU
están dispuestos a dejar actuar libremente a Rusia en el plano militar, habría
que preguntarse si tal cosa es porque Obama es un ingenuo y un sujeto pacifista
a ultranza o si por el contrario su actitud es premeditada en tanto de lo que
se trata es en cambio de readaptar la política internacional a los tiempos
nuevos. Y si se considera esta última posibilidad podría decirse que Obama ha
comprendido, como también su predecesor, que luego de Septiembre del 2001 las
circunstancias han cambiado significativamente y que en el mundo ha vuelto a aparecer una tercera vía, como en el
período que se desenvolviera trágicamente con los acontecimientos bélicos de
1939-1945. Del mismo modo que en ese entonces frente al nuevo hecho los dos
enemigos, que disputarían luego en la
guerra fría amenazándose recíprocamente con guerras atómicas (las que nunca se
habrían de hacer), han dispuesto pasar a un segundo plano sus tradicionales
antagonismos ‘geopolíticos’. Existe hoy en día un conflicto mucho más serio que
el que pudiese contrastar a un 'imperio marítimo' con uno 'terrícola',
clasificación hoy esgrimida para despistar por parte de los ideólogos de los
dos imperialismos gemelos. El conflicto es en cambio entre concepciones del
mundo, tal como aconteciera en la pasada guerra mundial en donde quedara en
evidencia, a pesar de lo que al unísono sostienen marxistas, geopolíticos o
liberales siempre para despistar reduciéndolo todo a motivaciones economicistas,
que las ideas tienen prioridad sobre los ‘hechos’, que los principios priman
sobre los intereses, que el hombre es en el fondo el sujeto que hace la
historia y no el objeto pasivo de alguna fuerza impersonal, como el instinto de
poder o el apetito económico ciego y desaforado, que regiría fatalmente a todas las personas por igual. En ese
entonces la lucha era entre democracias plebeyas, liberales o marxistas, en
contra de Estados autoritarios, es decir de instituciones que sustentaban
valores espirituales y trascendentes por sobre los caprichos de mayorías
numéricas debidamente domesticadas por los medios de difusión en manos de
grandes intereses económicos contrarios
al hombre. Era pues una guerra entre espiritualismo y materialismo, que por lo
tanto tenía que ser absoluta y total en tanto contrastaban dos maneras
diferentes de concebir al ser humano. Guerra que hoy en día se ha repetido con
la aparición en el mundo del fundamentalismo islámico, no por nada calificado
por el predecesor de Obama como ‘fascismo’, demostrando así la verdadera
preocupación y trauma por la reaparición pública del enemigo verdadero. Durante
45 años el fascismo pudo ser combatido simulando en el mundo un conflicto
dialéctico y distractivo entre los dos antiguos aliados, liberales y marxistas,
que aterrorizaban a todos frente a la posibilidad de una guerra atómica que
nunca se habría de hacer y ello era perfectamente explicable en tanto que los
dos en el fondo se inspiraban en los mismos principios modernos y materialistas
y por lo tanto no iban a poner en juego esa estructura común que los informaba.
Fue así cómo creyendo falsamente que, luego de tantos años de reblandecimiento
colectivo, la humanidad se hubiese acostumbrado a su condición de ganado vacuno
a la que la habían condenado a ser lo vencedores del 45’, a partir de 1989, en
tanto se consideró erróneamente que habían desaparecido definitivamente de
escena los fascismos, el mundo fue entretenido entonces con un nuevo mito que
estaba latente en el fondo de las dos utopías gemelas, la liberal y la
marxista, comunismo y democracia total, relativo al fin de la historia
consistente en una humanidad ya sin conflictos, disfrutando a panza llena de
los deleites de la sociedad de los consumos infinitos y democráticos, con una
eternidad obtenida a través de sucesivos trasplantes y con el planeta
convertido en un inmenso chicle globo de interminables dimensiones en cuanto a
su usufructo. Pero tal como decíamos, los fascismos volvieron en septiembre del
2001, aunque ya habían insinuado su presencia en otras partes y principalmente
en el mismo territorio ruso, en la región caucásica de Chechenia. Ante ese
peligro remozado es que el Occidente toleró la llegada al poder de un nuevo
régimen neocomunista en Rusia, parecido en mucho a las dictaduras militares de
Latinoamérica, a fin de que con sus habituales procedimientos dictatoriales
efectuara una profunda limpieza étnica de musulmanes chechenios que pretendían
cometer el crimen de constituir un Estado antidemocrático, es decir inspirado
en su religión: todo ello con la mirada a un costado del occidente el cual, tal
como Obama ahora, en el mejor de los casos se remitió a aullar indignado, pero
siempre acompañado ello de una simpática e inofensiva ramita. Putin cumplía un
cometido necesario: ahogar en sangre la posibilidad de que resurgiese en el
mundo un nuevo fascismo, esta vez desde el Islam. Occidente entendió con
claridad que la situación era diferente. Desde ese entonces los actos de
amistad y alianza entre ambos han sido ilimitados: al gran enemigo Putin
(insistimos un enemigo verbal para consumo de tontos) se le ha permitido
ingresar a la OTAN con un veedor permanente para concertar conjuntamente
acciones en contra del Fascismo Islámico. ¿Puede imaginarse alguien a los
enemigos Hitler o Bin Laden enviando un veedor a Yalta, o a Potsdam, o a alguna
reunión similar del organismo multinacional? En tal diferencia vemos pues la
marcada distinción que existe para el occidente entre Rusia en sus distintas
ideologías y los fascismos. Hoy en día las tropas de la OTAN transitan
libremente por el territorio de tal país, pero no para ocuparlo, tal como
sucediera en la segunda gran guerra con el de Alemania o Italia, sino para
enviar pertrechos bélicos al en cambio sí invadido Afganistán en donde el
‘mundo libre’, Rusia incluida, luchan en contra del fascismo islámico.
A su vez Putin manda sucesivos mensajes conciliadores hacia el
Occidente. Imitándolo a Obama aúlla amenazando con cortarle el gas a Europa,
pero al mismo tiempo lo alerta respecto de la reaparición del fascismo
nuevamente allí y hasta con formas similares a las del desaparecido Führer. El
Pravy Sektor amenaza con pogroms, destruye monumentos al Holocausto, a Lenin, a
Stalin, el gran liberador de Europa, reivindica a colaboracionistas como
Bandera. Y por si fuera poco uno de sus líderes recientemente eliminados en un
operativo conjunto de la CIA y la ex KGB (hoy FSB) había participado en la
guerra de Chechenia, pero del lado equivocado, el del fascismo islámico. ¿Qué
pasaría entonces si se reconstituyeran los fascismos como una confederación
esta vez a través de un gran frente entre islámicos y cristianos europeos
confrontados contra la gran herejía moderna representada por las dos ideologías
gemelas? Putin, que ha tomado notas del peligro, ha acudido entonces a medidas
que ya han despertado la profunda simpatía del sionismo europeo y yanqui. Ha
promulgado una ley que castiga con penas de prisión y multas a quien niegue el
holocausto judío en la segunda gran guerra, ha a su vez iniciado una gran
campaña en contra de los fascismos reivindicando el accionar de la gloriosa
Unión Soviética en la gran epopeya patria en contra de éstos.
La guerra de civilizaciones sigue su curso en manera irreversible, se
combate duramente en África y en Asia, mientras que en Ucrania se acaba de
abrir un frente europeo. Putin y Obama pueden pues seguir amenazándose con inofensivas
ramitas: ya fueron comprendidos.
Walter Preziosi
14-04-14
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