lunes, 14 de abril de 2014

PREZIOSI: LA RAMITA DE OBAMA

LA RAMITA DE OBAMA



En unas recientes declaraciones públicas, referidas a los hechos que hoy se viven en Ucrania, el ex rival de Obama en las últimas elecciones presidenciales, Mc Cain, acaba de efectuar una muy certera comparación entre el negro y uno de sus predecesores, Teodoro Roosewelt. Este último solía decir que en materia de política internacional había que hablar con voz suave pero al mismo tiempo exhibir un gran garrote. Obama en cambio, según Mc Cain, grita en forma desaforada, pero amenaza apenas con una pequeña ramita. En efecto, luego de que Rusia procediera a invadir Crimea y que amenazara en forma contundente con hacerlo con el este del país, Obama y sus socios europeos solamente acuden a castigos económicos menores, tales como negar visas a diplomáticos y empresarios rusos para viajar al occidente, o hacer transacciones bancarias legales, pero en ningún caso, tal como afirma Mc Cain, acuden a algún tipo de coacción militar capaz de hacer retroceder a Putin en sus pretensiones. Este mismo razonamiento, aunque sin utilizar tal metáfora, lo había efectuado tiempo atrás el famoso trilateralista Z. Brezynski en un reciente viaje a Polonia de donde es originario. De acuerdo al mismo, Obama nunca puede estar diciendo en público que en ningún caso piensa enviar tropas a Ucrania para defenderla de una posible invasión rusa, tal como efectivamente luego sucedería. Su actitud violenta las más elementales normas de la política internacional y pone en jaque los intereses de los EEUU y del mundo occidental al estar alentando el accionar de su rival. Y si a esto le asociamos lo acontecido en Siria en donde, según también criticara con vehemencia Mc Cain, Obama llegó a amenazar con un bombardeo luego de que se lanzaran bombas químicas en contra de la población civil, pero después, ante unas meras promesas verbales de suprimirlas, lo cual por otra parte no enmendaba el crimen ya cometido, borró con el codo esa amenaza de ataque inminente y hasta miró para otro lado cuando Assad continuó lanzando todo tipo de armas prohibidas, incluso en algunos casos peores por sus efectos que las mismas bombas químicas, como las de barril o de racimo. Todo esto a cualquier politólogo mínimamente avezado podría hacerle decir: ¿No sabe acaso Obama que desde el punto de vista de los ‘intereses geopolíticos’ a los EEUU le conviene que Assad caiga y que, como consecuencia de ello, Rusia pierda su puerto de Tartous, que es su única base marítima en el Mediterráneo? Con total seguridad que una intervención militar parecida a la empleada en Libia en donde simplemente se suprimió el poder aéreo de Gaddafi iba a terminar inclinando en forma aun más precipitada la caída del déspota sirio pues en la actualidad aun con la utilización de tales armas prohibidas la situación militar en tal país es levemente favorable a los rebeldes. ¿Qué sucedería si Assad no contara con las armas rusas?

Llegados a este punto, en donde se pone en harta evidencia que los EEUU están dispuestos a dejar actuar libremente a Rusia en el plano militar, habría que preguntarse si tal cosa es porque Obama es un ingenuo y un sujeto pacifista a ultranza o si por el contrario su actitud es premeditada en tanto de lo que se trata es en cambio de readaptar la política internacional a los tiempos nuevos. Y si se considera esta última posibilidad podría decirse que Obama ha comprendido, como también su predecesor, que luego de Septiembre del 2001 las circunstancias han cambiado significativamente y que en el mundo ha vuelto a aparecer una tercera vía, como en el período que se desenvolviera trágicamente con los acontecimientos bélicos de 1939-1945. Del mismo modo que en ese entonces frente al nuevo hecho los dos enemigos, que  disputarían luego en la guerra fría amenazándose recíprocamente con guerras atómicas (las que nunca se habrían de hacer), han dispuesto pasar a un segundo plano sus tradicionales antagonismos ‘geopolíticos’. Existe hoy en día un conflicto mucho más serio que el que pudiese contrastar a un 'imperio marítimo' con uno 'terrícola', clasificación hoy esgrimida para despistar por parte de los ideólogos de los dos imperialismos gemelos. El conflicto es en cambio entre concepciones del mundo, tal como aconteciera en la pasada guerra mundial en donde quedara en evidencia, a pesar de lo que al unísono sostienen marxistas, geopolíticos o liberales siempre para despistar reduciéndolo todo a motivaciones economicistas, que las ideas tienen prioridad sobre los ‘hechos’, que los principios priman sobre los intereses, que el hombre es en el fondo el sujeto que hace la historia y no el objeto pasivo de alguna fuerza impersonal, como el instinto de poder o el apetito económico ciego y desaforado, que regiría fatalmente  a todas las personas por igual. En ese entonces la lucha era entre democracias plebeyas, liberales o marxistas, en contra de Estados autoritarios, es decir de instituciones que sustentaban valores espirituales y trascendentes por sobre los caprichos de mayorías numéricas debidamente domesticadas por los medios de difusión en manos de grandes intereses económicos  contrarios al hombre. Era pues una guerra entre espiritualismo y materialismo, que por lo tanto tenía que ser absoluta y total en tanto contrastaban dos maneras diferentes de concebir al ser humano. Guerra que hoy en día se ha repetido con la aparición en el mundo del fundamentalismo islámico, no por nada calificado por el predecesor de Obama como ‘fascismo’, demostrando así la verdadera preocupación y trauma por la reaparición pública del enemigo verdadero. Durante 45 años el fascismo pudo ser combatido simulando en el mundo un conflicto dialéctico y distractivo entre los dos antiguos aliados, liberales y marxistas, que aterrorizaban a todos frente a la posibilidad de una guerra atómica que nunca se habría de hacer y ello era perfectamente explicable en tanto que los dos en el fondo se inspiraban en los mismos principios modernos y materialistas y por lo tanto no iban a poner en juego esa estructura común que los informaba. Fue así cómo creyendo falsamente que, luego de tantos años de reblandecimiento colectivo, la humanidad se hubiese acostumbrado a su condición de ganado vacuno a la que la habían condenado a ser lo vencedores del 45’, a partir de 1989, en tanto se consideró erróneamente que habían desaparecido definitivamente de escena los fascismos, el mundo fue entretenido entonces con un nuevo mito que estaba latente en el fondo de las dos utopías gemelas, la liberal y la marxista, comunismo y democracia total, relativo al fin de la historia consistente en una humanidad ya sin conflictos, disfrutando a panza llena de los deleites de la sociedad de los consumos infinitos y democráticos, con una eternidad obtenida a través de sucesivos trasplantes y con el planeta convertido en un inmenso chicle globo de interminables dimensiones en cuanto a su usufructo. Pero tal como decíamos, los fascismos volvieron en septiembre del 2001, aunque ya habían insinuado su presencia en otras partes y principalmente en el mismo territorio ruso, en la región caucásica de Chechenia. Ante ese peligro remozado es que el Occidente toleró la llegada al poder de un nuevo régimen neocomunista en Rusia, parecido en mucho a las dictaduras militares de Latinoamérica, a fin de que con sus habituales procedimientos dictatoriales efectuara una profunda limpieza étnica de musulmanes chechenios que pretendían cometer el crimen de constituir un Estado antidemocrático, es decir inspirado en su religión: todo ello con la mirada a un costado del occidente el cual, tal como Obama ahora, en el mejor de los casos se remitió a aullar indignado, pero siempre acompañado ello de una simpática e inofensiva ramita. Putin cumplía un cometido necesario: ahogar en sangre la posibilidad de que resurgiese en el mundo un nuevo fascismo, esta vez desde el Islam. Occidente entendió con claridad que la situación era diferente. Desde ese entonces los actos de amistad y alianza entre ambos han sido ilimitados: al gran enemigo Putin (insistimos un enemigo verbal para consumo de tontos) se le ha permitido ingresar a la OTAN con un veedor permanente para concertar conjuntamente acciones en contra del Fascismo Islámico. ¿Puede imaginarse alguien a los enemigos Hitler o Bin Laden enviando un veedor a Yalta, o a Potsdam, o a alguna reunión similar del organismo multinacional? En tal diferencia vemos pues la marcada distinción que existe para el occidente entre Rusia en sus distintas ideologías y los fascismos. Hoy en día las tropas de la OTAN transitan libremente por el territorio de tal país, pero no para ocuparlo, tal como sucediera en la segunda gran guerra con el de Alemania o Italia, sino para enviar pertrechos bélicos al en cambio sí invadido Afganistán en donde el ‘mundo libre’, Rusia incluida, luchan en contra del fascismo islámico.
A su vez Putin manda sucesivos mensajes conciliadores hacia el Occidente. Imitándolo a Obama aúlla amenazando con cortarle el gas a Europa, pero al mismo tiempo lo alerta respecto de la reaparición del fascismo nuevamente allí y hasta con formas similares a las del desaparecido Führer. El Pravy Sektor amenaza con pogroms, destruye monumentos al Holocausto, a Lenin, a Stalin, el gran liberador de Europa, reivindica a colaboracionistas como Bandera. Y por si fuera poco uno de sus líderes recientemente eliminados en un operativo conjunto de la CIA y la ex KGB (hoy FSB) había participado en la guerra de Chechenia, pero del lado equivocado, el del fascismo islámico. ¿Qué pasaría entonces si se reconstituyeran los fascismos como una confederación esta vez a través de un gran frente entre islámicos y cristianos europeos confrontados contra la gran herejía moderna representada por las dos ideologías gemelas? Putin, que ha tomado notas del peligro, ha acudido entonces a medidas que ya han despertado la profunda simpatía del sionismo europeo y yanqui. Ha promulgado una ley que castiga con penas de prisión y multas a quien niegue el holocausto judío en la segunda gran guerra, ha a su vez iniciado una gran campaña en contra de los fascismos reivindicando el accionar de la gloriosa Unión Soviética en la gran epopeya patria en contra de éstos.
La guerra de civilizaciones sigue su curso en manera irreversible, se combate duramente en África y en Asia, mientras que en Ucrania se acaba de abrir un frente europeo. Putin y Obama pueden pues seguir amenazándose con inofensivas ramitas: ya fueron comprendidos.

Walter Preziosi

14-04-14

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