domingo, 22 de junio de 2008

Archivos 2006 - Condoleezza y Sarkozy

DE NUESTROS ARCHIVOS - AÑO 2006

CONDOLEEZZA Y SARKOZY, O LA LÓGICA DE LOS CONVERSOS


Difícilmente puedan hallarse casos tan puntuales de similitud como la que existe entre los dos principales funcionarios públicos que tienen a su cargo la resolución de los conflictivos problemas que hoy padecen sea Francia como los Estados Unidos. Y como nunca, ha acontecido que tal semejanza se haya manifestado en forma tan contundente en un mismo día a través de resoluciones y declaraciones sumamente similares en cuanto a la expresión de un mismo espíritu.
Así pues la secretaria del Estado norteamericano Condoleezza Rice acaba de confirmarnos, de manera por lo demás provocativa y audaz, que su país piensa seguir utilizando las bombas de fósforo blanco en la guerra de Irak, a pesar de todas las incalculables matanzas que las mismas ya han provocado en la población civil, tal como fuera señalado en forma puntual en nuestro anterior comunicado. Nos alega la dulce funcionaria que su país necesita de mucha iluminación nocturna para aplicar en los territorios “liberados” a fin de poder dar de una vez por todas con las “armas de destrucción masiva”, lamentando de todos modos los “daños colaterales” que tan humanitaria búsqueda pudiera ocasionar. Asimismo, también con una desfachatez similar, nos ha confirmado que piensa seguir aplicando de la misma manera su política de “justicia universal”, secuestrando a cualquier sospechoso de “terrorismo”, sin importar el lugar en donde el mismo se encontrare y sin inquietarse tampoco por el tiempo de cautiverio clandestino que se le aplique al detenido, del cual puede ignorarse tranquilamente su paradero, instándonos además a no preocuparnos por ello en tanto se hallaría bajo el cobijo de una muy democrática protección. De tal manera el imán egipcio Abu Omar ha sido secuestrado por la CIA en febrero de 2003 en la ciudad de Milán (ninguna protesta significativa al respecto por parte de los peleles Fini y Berlusconi) y del cual lo único que se sabe de boca de la funcionaria es que se encuentra en muy confortables y democráticas condiciones de detención, siendo por lo tanto torturado tan sólo “un poco”, pues son respetados los derechos del detenido quien podrá hacer cesar inmediatamente la molesta sesión en el momento en que manifieste a sus también demócratas carceleros sentir un dolor intenso que le atraviesa por todo el cuerpo. Ello por supuesto cesará a partir del instante en que, con sus “confesiones”, evite futuros magnicidios por parte del terrorismo islámico y permita de una vez por todas dar con las “armas de destrucción masiva” que le quitan el sueño al presidente Bush. Tal como vemos, la lógica de Condoleezza no es muy distinta en sus fundamentos de la que sustentara entre otros nuestro vernáculo teólogo de tal religión, el ex presidente Alfonsín, cuando afirmara que: “Con la democracia todo se puede”.
De la misma manera, del otro lado del Océano, el ministro del Interior francés Sarkozy, luego de haber provocado agresivamente a sus connacionales descendientes de inmigrantes estimulándolos así a incendiar varios miles de vehículos y generando un verdadero motín en distintas ciudades de Francia, (del que por otro lado participaron también varios ciudadanos nativos de tal país, muchos de ellos “arios” y por lo tanto coherentes y funcionales con la herencia jacobina inaugurada desde 1789 en tal país); una vez apaciguada la asonada, halló las excusas suficientes para endurecer su política anti-inmigratoria con leyes que harían enrojecer de envidia al mismo “derechista xenófobo” Le Pen. Entre las incalculables reglamentaciones limitativas establecidas a fin de evitar que su nación siga siendo “invadida” por inmigrantes de países marginales, entre los cuales también se incluye al nuestro, del que llega a decirse (obviamente que sin la más mínima reacción de nuestros “gobernantes”, siempre muy ágiles en cambio en receptar carnalmente nuevas “inversiones”), que si se abren las fronteras de par en par, “treinta millones de argentinos, entre otros, invadirían nuestros territorios” (1). Resulta sumamente risueña la legislación propuesta a tal fin, la que entre otras cosas establece límites a los matrimonios entre franceses y extranjeros (sin importar la nacionalidad de los mismos para no “discriminar” una vez más a los ya discriminados) a fin de evitar que por dicho procedimiento estos últimos adquieran la nacionalidad del país huésped y de este modo acrecienten la “extranjerización de Francia”, como si acaso tal país no fuera en los hechos una colonia más de la civilización norteamericana. Por lo cual, con la excusa de evitar los “matrimonios por conveniencia”, aunque tan sólo con extranjeros, una persona vería limitada así su libertad de casarse con quien quiere. Es curioso que ello suceda en el país declarado cuna y campeón de los derechos humanos y de la antidiscriminación, de la misma manera que también son sumamente absurdas e ilógicas las aviesas violaciones a los mismos defendidas por la Rice.
Pero resulta más curioso aun -y aquí es donde se encuentran las similitudes entre ambos gobernantes- constatar el vínculo que existe entre tales acciones punitivas y “discriminatorias” dirigidas hacia determinados grupos y el origen étnico que poseen sus ejecutores. Condoleezza y Sarkozy forman parte ellos también y de manera ostensible de minorías poblacionales dentro de su propio país, las que en otras épocas padecieron una serie de persecuciones de un tenor muy similar con el que ellos hoy en día castigan a las restantes y aun a sus mismos connacionales, arribando incluso a extremos pocas veces vistos y superando en algunos casos a las circunstancias dolorosas que padecieran sus propios antepasados. Bien sabemos que en el primero se trata de una descendiente de libertos, formando parte así de una comunidad racial que hasta hace pocos años era segregada y perseguida en los Estados Unidos, y a su vez que Sarkozy, quien hoy se destaca por castigar con leyes severísimas a los inmigrantes extranjeros a los que trata incluso con sumo desprecio y agresividad, es hijo de una familia polaca radicada en Francia en décadas pasadas, no perteneciendo por sus rasgos, de la misma manera que la negra respecto de sus compatriotas norteamericanos, a los arquetípicos del francés medio y poseyendo incluso ciertos caracteres ashkenazis que resaltan a simple vista en su expresión facial.
Por lo que cabe preguntarnos entonces ¿cuáles son las razones que explican que paradojalmente tales medidas represivas sean efectuadas justamente por descendientes de minorías históricamente segregadas en el propio suelo? Diríamos que son múltiples, pero tratando de remitirnos a la que consideramos como la principal, podría sostenerse en primer lugar que la actitud de tales personas no se diferencia mayormente, salvo en la resonancia alcanzada, de otras del mismo tenor también acontecidas en el viejo continente. Tal por ejemplo el caso de los famosos Judenrat, es decir de aquellos guardianes judíos de los campos de concentración que maltrataban a sus propios connacionales con una saña que en algunas circunstancias era mayor que la aplicada por el más feroz de los nazis. O también, remitiéndonos a un plano social, a los casos tan comprobados de ciertos obreros explotados a quienes determinadas circunstancias azarosas y excepcionales los enancaron a la misma situación del patrón capitalista. Se ha constatado también que los mismos actúan con una aun más multiplicada saña explotadora que la que había poseído aquel que los oprimía anteriormente, representando todo ello además un acto de resentimiento, de reacción, así como de catarsis liberadora por la que se pretende hacer padecer a otros los mismos males que ellos habían soportado. Sucede aquí en los casos mentados que el siervo o el esclavo, o el oprimido, en su reacción, en vez de negar la esclavitud, la servidumbre, o la opresión, en el fondo, tras haberlas padecido severamente, ha terminado sucumbiendo al adaptarse plenamente al espíritu de las mismas, pasando así de estar sometido a la persona del patrón a estarlo en cambio al principio que éste aplicaba a su respecto; lo cual es en el fondo peor porque mientras el amo siempre es tal y por consiguiente no tiene necesidad de demostrarlo, el que llega a serlo por primera vez siente un deseo perentorio de hacerlo notar por doquier.
Ha sido también lamentablemente en el marco de tal espíritu simplemente revanchista que se ha movido la inmensa mayoría de los movimientos pretendidamente contestatarios del sistema, entre los cuales ocupa un lugar privilegiado el marxismo, el que se expresara no tan sólo en el momento de alcanzar el poder del Estado a través de la constitución de sus distintas y odiosas nomenklaturas, sino en la actualidad con su permanente exhibición de fanáticos conversos al capitalismo de mercado al que en otras épocas habían negado incesantemente y hasta con violencia. De la misma manera podemos reiterar aquí que los problemas de la inmigración marginal y del “terrorismo”, que tanto afligen a nuestros nuevos conversos, no se resuelven expulsando y combatiendo a tales figuras, entrando de este modo a formar parte también los que así lo hacen del sistema padecido con anterioridad, sino a las causas que las han generado. Ni el terrorismo ha surgido por un odio gratuito hacia el Occidente y la Cristiandad, tal como nos quieren hacer creer algunos esquemáticos y maliciosos adeptos de la doctrina del “choque de civilizaciones”, ni tampoco el inmigrante se encuentra en Europa simplemente porque es él el que lo ha determinado libremente, tal como insiste toda la propaganda xenófoba de nuestros días. Ha sido el consumismo desaforado el que lo hizo venir y el que a su vez lo explota miserablemente. Consumismo del europeo y del yanqui que quieren gozar ilimitadamente de cosas superfluas y que precisa de sudacas, chicanos y de magrebíes para la realización de las tareas serviles que le interfieren con el logro de su felicidad vacuna, y consumismo del inmigrante atraído por tales quimeras que produce la americanización de la cultura que también padece en sus países originarios. A su vez el “terrorista” es el que se defiende de tal invasión.
Un movimiento que desintoxique al mundo del demonismo económico y tecnológico es la única alternativa.

(1) Ha sido manifestado textualmente en la obra del antiislamista francés Guillaume Faye, “La colonización europea”, texto muy considerado por el ministro Sarkozy y reproducido por el autor francés Hervé Blanchat, en su obra Las claves del fenómeno Le Pen, traducida a nuestra lengua y vendida sin inconvenientes en nuestro medio. Cabe recordar aquí nuestra pormenorizada crítica al autor Faye reproducida en estas mismas páginas y defendido en cambio calurosamente por el filósofo güelfo peronista vernáculo Alberto Buela quien ha salido recientemente en defensa de tal postura ante nuestra crítica.

Buenos Aires, 1-12-05
Marcos Ghio

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