sábado, 31 de diciembre de 2011

REPORTE DE LA AGENCIA DE NOTICIAS KALI-YUGA
(31/12/11)

SALBUCHI Y LA PROFECÍA MAYA

Son muchas las teorías milenaristas que nos hablan de una fecha crucial en la que se terminaría el mundo, en algunos casos para dar lugar a uno nuevo mucho mejor y en otros para que purguemos culpas. Pero en todas ellas se trata de una entidad superior a nuestra voluntad la que lo hace y ante la cual nada podemos hacer, sino simplemente resignarnos a su irreversible fatalidad. Respecto del año que mañana se inicia hay una antigua profecía maya que habla de un final expurgativo de la humanidad, casi como una venganza que Quetzacoatl u otra superior divinidad maya se tomaría respecto de quienes destruyeron a su pueblo para hacer retornar así las cosas a su lugar originario.
En el caso del Sr. Salbuchi, en la nota publicada ayer en la página de Tsunami, en donde cita al filósofo de la muerte de Dios, no se trataría de una divinidad trascendente la que así lo estaría haciendo, sino de una inmanente de la cual hablaremos seguidamente, la que procedería a hacer en el nuevo año que se inicia, lo que los mayas profetizaban siglos atrás.
Pero previamente a ello ya que hemos descendido a una esfera inferior respecto de la que hablaba tal concepción metafísica, digamos algo que hemos repetido hasta el cansancio. No existe una sola opinión pública en el mundo, sino dos. La de aquellos que adoran a los EEUU y al occidente y a toda su tecnología, videosjuegos y efectos especiales, y la de los otros que en cambio siempre lo van a odiar, o por envidia, o por resentimiento, o por discrepar, como en nuestro caso, con los principios en que se sustenta.
Ahora bien, ante estas dos opiniones públicas dicha potencia elabora dos mensajes diferentes acudiendo en esta era de profunda decadencia, en la que la imagen ha sustituido a los conceptos, a una serie de efectos especiales producidos por la gran usina de atontamiento universal que es la industria del cine y la televisión asentada habitualmente en Hollywood, aunque con otras sucursales subsidiarias. En el primer caso se acude a lo que se podría denominar el efecto Disney. Se trata de un mundo paradisíaco, especial para niños, en donde todo termina bien como en una historieta. A través del mismo se intenta solamente sumergir a los adictos a la modernidad en dicha fantasía y obtener así la felicidad plena que nunca encontrarán en otra parte.
El otro es el mensaje para los que no quieren a Norteamérica y que nunca se van a convencer de lo contrario a pesar de todas las series de Disney y semejantes que se le propalen con asiduidad. Pues bien, en tal caso se acude al efecto Rambo o Terminator, o cualquier otro personaje del mismo tenor producido por Hollywood. El mismo se caracteriza por ser omnipotente y al mismo tiempo implacable, sin escrúpulo alguno. En una de sus tantos episodios, en donde se muestra que él solo, con la ayuda de algún talibán obscuente, destruyó al imperio ruso en Afganistán, un general soviético, asombrado por la invencibilidad y eficacia de Rambo, le pregunta a un prisionero yanqui al que no se ha cansado de torturar, pero que siempre sigue inquebrantable. "¿Quién es Rambo, es acaso Dios?", a lo que el torturado le contesta sin hesitar. "No, no es Dios, porque no es piadoso, sino implacable, nunca perdona a sus enemigos". Imaginemos pues el final de la película. Rambo siempre gana y no hay nadie que le pueda hacer frente. Así que, de acuerdo al mensaje, si odiamos a los EEUU, conformémonos entonces con masticar nuestra bronca, como el impotente general ruso que no podía hacer nada.
El señor Salbuchi aplica a la perfección el efecto Rambo entre nuestra filas evitándole así a muchos a concurrir al cinematógrafo. Resulta que el año que viene, tal como decían también los mayas, se va a terminar el mundo. Van a colapsar todas las monedas, lo cual es muy probable, se van a extender las guerras, lo cual también es previsible, se continuará destruyendo el medio ambiente, etc. etc., pero todo esto no es porque a Rambo las cosas se le escapan de control, sino todo lo contario, porque obedece a una estrategia claramente inducida y provocada por éste. Rambo, en su léxico el poder financiero internacional, es implacable y sin escrúpulo alguno, por eso no hesita en destruir el medio ambiente, habría por ejemplo provocado a propósito la catástrofe nuclear de Fukuyima, el derrame petrolero del golfo de San Francisco, la epidemia de Sida, etc. Asimismo así como ha producido ex profeso todas estas cosas para tenernos atemorizados y contolarnos, también habría provocado todas las guerras que hoy tan sólo aparentemente pierde. A su crisis financiera no le habrían producido ningún inconveniente los 3 billones de dólares perdidos en Afganistán e Irak, ya que por el contrario todo habría sido hecho para crear el gobierno mundial y a propósito. Y ya que usamos esta última palabra observemos, en su enumeración de guerras de las que participa y participarán los EEUU, sus socios y mandantes, el religioso silencio que hace respecto de la más importante de todas, la de Afganistán, que ya lleva más de 10 años. Lo que sucede es que la habría ya ganado Rambo y no los talibanes.
Nosotros que afortunadamente nos hemos salvado de ir al cine y de ser sujeto de sus efectos especiales, queremos decir algo sencillo. A los EEUU e Israel, a pesar de lo que Salbuchi no se cansa de predicarnos en contrario emulando al personaje hollywoodense, las cosas no les están yendo bien. No es cierto que gane todas las guerras, sino lo contrario. No es verdad que haya sido el que produjo los cataclismos ecológicos, sino por el contrario es la naturaleza la que se subleva ante el orden antinatural impuesto por el mundo moderno en su fase del Kali-yuga. Se le puede y se le debe ganar la guerra a tal poder moderno. Ellos son un tigre de papel, tal como dijeran en contextos diferentes Mao tse tung y Bin Laden, no son Rambo como nos quiere convencer Salbuchi.

Walter Preziosi
31/12/11

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