lunes, 5 de diciembre de 2011

REPORTE DE LA AGENCIA KALI-YUGA 5/12/11


DE LA PRIMAVERA DEMOCRÁTICA AL VERANO FUNDAMENTALISTA


Dos fenómenos concurrentes fueron los que dieron lugar al acontecimiento conocido como la ‘Primavera árabe’. Por un lado los estrepitosos fracasos de las invasiones norteamericanas y de la OTAN en Irak y Afganistán, así como de las otras políticas bélicas de igual tenor emprendidas en Pakistán, Somalia, Norte del África y Yemen y por el otro su consecuencia necesaria cual ha sido la crisis económica galopante y con final abierto en que ha incurrido.
Hasta ese entonces el ‘occidente’ para ejercer su acción hegemónica recurrió en el mundo árabe a la alianza con sectores laicos y seculares, incluso de carácter izquierdista, tales como el sector nasserista representado hasta ayer por Mubarak en Egipto, Ben Alí en Túnez, Saddam Hussein en Irak, Buteflika en Argelia, Gaddafi en Libia, Assad en Siria, Saleh en Yemen, así como a monarquías pretendidamente islámicas pero aliadas del mismo como las de Arabia Saudita y Jordania. Estos sectores, si bien en algunos casos pudieron haber representado algún dolor de cabeza por haber formulado reivindicaciones excesivas, sea económicas como territoriales, en el fondo defendieron siempre sus intereses en la medida que por su laicismo participaron de la concepción moderna que rige en el occidente. Y todos ellos cumplieron con fines apreciables para el mismo. Saddam Hussein en tanto que fue capaz de llevar a cabo una guerra de 10 años en contra del régimen fundamentalista implantado en Irán, Buteflika en la medida que participó de un golpe de Estado militar que impidiera la llegada al poder del partido islámico mayoritario en Argelia, el FIS, sometiéndolo durante una década entera a una verdadera carnicería de sus miembros, Mubarak y sus antecesor también nasserista Sadat en tanto firmaron acuerdos beneficiosos para la estabilidad del Estado de Israel al que además lo proveyeron a precios sumamente económicos de gas y de petróleo, antes de ello su antecesor Nasser había implementado una farsesca guerra de seis días que, con su desenlace vergonzoso, sirviera para consolidar a tal país y finalmente Gaddafi en tanto fue un inapreciable aliado en la cacería que se iniciara luego del 2001 en contra de los miembros de Al Qaeda. La crisis aquí mentada ha dado por resultado ahora que todos estos líderes laicos, así como dichas monarquías serviles, que proveyeron una ayuda inestimable al ‘mundo libre’, es decir al occidente degradado y al Israel sionista, comenzaron uno a uno a caer en desgracia. El primero de ellos fue Saddam Hussein respecto del cual, en una hábil maniobra de infiltración en los servicios de inteligencia yanquis se hizo creer que estaba dispuesto a proveer armas de destrucción masiva a integrantes de Al Qaeda para que atentaran en territorio yanqui en venganza por la anterior invasión que el papá del entonces presidente George Bush hiciera a su país para impedirle ocupar Kuwait. El resultado de esta equivocación fue que, a causa de tal invasión, Irak cayó en una situación de guerra civil e inestabilidad en la cual ha entrado en escena el Estado Islámico de Irak que representa el poder paralelo real allí existente. En el mismo día de ayer el actual premier Maliki tuvo que confesar que casi pierde su pellejo en un atentado cometido en plena Zona Verde protegida aun por las fuerzas norteamericanas las que se retirarán dentro de 20 días de manera definitiva.
A su vez la estrepitosa caída de los regímenes de Ben Alí en Túnez y Mubarak en Egipto ha incrementado la situación de extrema inseguridad. Es de recordar que hasta último momento los mismos fueron defendidos con uñas y dientes por los norteamericanos y que se les soltó la mano tan sólo cuando la situación resultaba insostenible. La única manera de haber podido retenerlos en el poder hubiera sido a través de una intervención militar de la OTAN, pero debido a la crisis estrepitosa en que se encuentran la economía yanqui y europea ello hubiera resultado totalmente imposible, como en cambio pudo acontecer hace 8 años con Irak, cuando tales países enviaran tropas para establecer una ocupación que garantizase la ‘democracia’ y el american way of life en tal región. Por tal razón la apuesta ha sido la de tratar de imponer un sesgo democrático a tales rebeliones con la esperanza ingenua, especialmente en figuras como Obama, Cameron o Sarkozy, de que como la democracia es un bien universal querido por todos, de terminarse con las dictaduras opresoras tal sistema habría de brotar en forma espontánea como un repollo entre la población oprimida por tantas décadas de tiranías. Y esto mismo también se aplicó en Libia aunque con la experiencia de las dos revoluciones anteriores. Se sabía allí que si bien Gaddafi (y el mismo se encargó de señalarlo hasta con desesperación) era una pieza útil para detener los avances del fundamentalismo, su suerte ya estaba jugada y salvo la instalación de un régimen occidental de ocupación para mantenerlo en el cargo como hoy sucede con Karzai en Afganistán, tarde o temprano el mismo iba a caer. Por ello es que el occidente se puso en su contra para granjearse las simpatías de los rebeldes y a fin de que Al Qaeda no tomase el control del movimiento. De hecho hay que resaltar que en tal caso la acción militar solamente se limitó a bombardeos prescindiendo de la presencia de tropas como en cambio aconteciera en los países que hoy se encuentran aun ocupados. Esto último se sabe que por razones presupuestarias ya es imposible de llevar a cabo como en otras partes tras las verdaderas sangrías ocasionadas por las invasiones a Irak y Afganistán.
Es de destacar sin embargo que no todos opinaban como el líder yanqui y sus actuales socios europeos; los duros, como por ejemplo Aznar en España, Cheney y Mc Cain en EEUU, Le Pen en Francia y Netanyahu en Israel, hicieron saber, algunos de manera ostensible, que esta política era equivocada pues estos gobiernos de fuerza eran la única garantía para que en tales territorios no se implantaran distintos regímenes fundamentalistas.
La realidad pareciera haber comenzado a darles la razón a estos últimos.
Luego de las revoluciones que los tumbaran a Mubarak y a Ben Alí, apenas se convocó a elecciones, no las ganaron los twitteros que convocaban a las marchas a las plazas Tahir, ni los adoradores del rock, la Coca Cola y el destape, sino en cambio los distintos partidos islamistas que plantean abiertamente la instauración de la Sharia, algunos de los cuales incluso ni siquiera había participado de tales revueltas. El caso más significativo se presenta en Egipto. Allí en las elecciones el primero y segundo puesto fueron obtenidos por dos fuerzas islamistas diferentes, los Hermanos Musulmanes y el movimiento salafista que representa el Islam más duro y radical. Pero la cosa no ha terminado allí, además de ganar en Túnez, también ha acontecido lo mismo con Marruecos en donde no se ha logrado aun derrocar al monarca servil, sino que se le arrancaron pacíficamente concesiones de carácter electoral. Se espera ahora un resultado similar en Argelia, cuyo gobierno no casualmente fue el defensor más acérrimo que tuviera Gaddafi antes de sucumbir. Este país representa el caso más sintomático por haber sido aquel que estuviera a la vanguardia de la rebelión islamista, la que fuera aplastada en un momento en el cual el ‘occidente’ contaba todavía con energías suficientes como para defenderse. Se espera también allí que cuando se convoque a elecciones el islamismo arrase totalmente. A esto debe asociarse también la situación que hoy se vive en Siria y Yemen. En este país especialmente tras la constitución del emirato de Abiyan en el sur, dirigido por Al Qaeda en la Península Arábiga, se ha producido ya una ofensiva militar de esta fuerza en contra de los soldados leales al régimen pro-occidental de Saleh que ya ha prometido retirarse en 30 días. Esta agencia ha informado de un avance de una columna de tanques de los fundamentalistas en contra de objetivos gubernamentales. Integran aquella fuerza contingentes de distintos países, pero especialmente somalíes del movimiento Al Shabaab cuyo jefe ha manifestado que la caída de tal régimen resulta prioritaria para los objetivos del futuro califato.
Tal como vemos la primavera democrática está dando paso a ritmo vertiginoso al verano fundamentalista.

Walter Preziosi

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