ISRAEL Y LA TERCERA GUERRA MUNDIAL
Es interesante muchas veces, con la finalidad de extraer conclusiones respecto del nivel en que se desenvuelven los acontecimientos en el mundo, recabar ciertas consecuencias de lo que afirman personajes significativos que se encuentran en un bando que no es exactamente el nuestro.
Así pues han sido muy esclarecedoras las reflexiones efectuadas en un reportaje (Corriere della Sera, 17-6-06) por parte de Efraim Halevy, ex jefe del Mossad israelí durante los años 1998-2002 y por lo tanto alguien sumamente influyente, en relación a la situación actual en el Medio Oriente y en el mundo en general. Muy posiblemente preocupado por los avances que cotidianamente produce Al Qaeda en la guerra que en soledad conduce en contra de Norteamérica y de Europa, es que el mismo ha manifestado textualmente que lo que se ha establecido entre el “Occidente” y el grupo que capitanea Osama Bin Laden es propiamente “una tercera guerra mundial”. Ello sería así porque, tal como en las dos anteriores contiendas, en las cuales la colectividad que él representa se enucleó activamente del lado de los vencedores, también aquí de lo que se trata es de hacer frente a “quienes pretenden destruir el sistema social y económico americano y europeo” y, de la misma manera que en las otras ocasiones, tales contiendas podrán finalizar tan sólo “cuando los enemigos sean aniquilados”.
Sin duda alguna debe reconocerse que las declaraciones efectuadas por Halevy se encuentran notoriamente afectadas por los avances y victorias producidas por el grupo Al Qaeda al que indudablemente no logra detener en manera alguna todo el despliegue bélico multitudinario con que se le hace frente. En efecto, a pesar de haberse triplicado la presencia de tropas extranjeras de la ONU en Afganistán, el movimiento talibán, lejos de haberse extinguido como se decía hasta hace poco, ha alcanzado el control absoluto de las regiones del sur y del este del país, quedando las tropas invasoras aisladas en pequeñas bases y existiendo un gobierno prooccidental puramente formal y en jaque permanente por parte de la población en su único bastión que es la ciudad de Kabul, en donde ni siquiera allí se encuentra seguro. Recientemente un simple accidente automovilístico con soldados norteamericanos generó un motín callejero incontrolable de varios días de duración. No más alentadoras son las noticias provenientes de otros frentes de batalla en donde se desenvuelve tal tercera guerra, como el caso de Somalia. Allí las tropas que responden a Al Qaeda han tomado la capital del país y avanzan en forma incontenible por el resto de tan estratégico territorio. Y menos promisorias aun resultan ser las noticias provenientes de Irak en donde, a pesar de haberse dicho que con la muerte del jefe regional de tal organización, Al Zarqawi, Al Qaeda había llegado a su fin en tal país, y a pesar de haberse establecido un rigurosísimo toque de queda en Bagdad, en forma inmediata se multiplicaron los actos de violencia en contra de la ocupación extranjera acelerando de tal modo la huída de las tropas de varias de las naciones ocupantes, como las de Italia y Polonia que en poco tiempo retirarán la totalidad de sus contingentes.
Pero lo interesante resultan ser también las sugerencias que nos da Halevy en su desesperación por detener tal desastre que pone en serio peligro la misma subsistencia del Estado de Israel. En esto su postura es muy semejante a la de otros analistas europeos pronorteamericanos del estilo de Guy Sorman: nos propone buscar una alianza en contra de Al Qaeda en el seno mismo del Islam, en aquel sector que, según sus puntos de vista, por haber participado de elecciones, se encuentra más próximo del Occidente que del “fascismo” de Bin Laden que en cambio ha descartado cualquier tipo de acción democrática (1). Y entre éstos curiosamente llama a buscar un entendimiento muy vasto que no descarte a nadie, ni siquiera a aquellos sectores que se han mostrado como los más duros en la resistencia anti-israelí, como el Hezbollah y Hamas, pues en el caso específico de este último, cuando Bin Laden ha tratado de ponerlo de su lado ha contestado tajantemente: “no gracias, somos diferentes”. Y nos agrega finalmente que, ante la eventualidad de un peligro verdaderamente mayor, “Hamas y Hezbollah son aquellos partners que las sociedades libres deberán aceptar. No son indudablemente las opciones ideales, pero no existe la situación perfecta. Deberemos ir a cenar con el diablo, aunque vigilando que no nos envenene la copa”.
Hasta aquí las calculadas y sugestivas reflexiones de Halevy sobre la situación internacional. Habría que agregar algo más. Bien se ha dicho que la causa principal de las anteriores guerras estribaba en el hecho de que, además de querer socavarse los principios masónicos y judaicos en que se sustentan las diferentes sociedades “occidentales”, los distintos enemigos a los que había que abatir ponían además en serio riesgo el sistema financiero internacional el cual basa su existencia en la acumulación de divisas por parte de los diferentes Estados. Sí en la época en que Hitler gobernó era el oro el patrón de las distintas economías en el mundo y la riqueza de las naciones estaba determinada por su mayor o menor posesión, hoy las circunstancias son peores que antes pues se trata simplemente de una moneda impresa (hoy el dólar, mañana podría ser el euro) y por lo tanto de cantidad ilimitada en su emisión, la que la determina (2). De la misma manera en que Hitler se negó en su tiempo a aceptar el patrón oro en la determinación de sus finanzas internas, lo cual fue una de las causas principales de enemistad por parte de tal sistema y una de las razones por las que se desencadenó una gran guerra, desde antes de entrar a la palestra con sus múltiples acciones en contra del “Occidente” Al Qaeda rechazó siempre depositar sus fondos en bancos occidentales por negarse a practicar la usura, pecado expresamente combatido en el Corán.
(1) Es de señalar al respecto que el N° 2 de Al Qaeda, Al Zawahiri, se ha negado expresamente, a diferencia de otros líderes islamistas de Palestina, a participar de un referéndum relativo a la existencia del Estado de Israel. Sus argumentos fueron muy contundentes. Manifestó que dicha problemática entra en el marco de aquellas cosas sagradas que no pueden ser sometidas a votación, como por ejemplo que Mahoma es el profeta o que Allah existe.
(2) A contramano de tal punto de vista antisistema, diferentes países y gobiernos que se postulan para el papel de adversarios de Norteamérica, tales como China y Venezuela por ejemplo, se destacan también por acumular cantidades aluvionales de dólares (Pekín ya ha acumulado la friolera de 870 mil millones de tal moneda). De esta manera, a cambio de varias toneladas de papel impreso, financian con sus productos, entre ellos principalmente el petróleo en el caso de Venezuela, el accionar de las tropas norteamericanas en el Medio Oriente. Es que indudablemente la alianza con el “mal menor” que proclama Halevy ya existe en la realidad.
Buenos Aires, 19-6-06O
Es interesante muchas veces, con la finalidad de extraer conclusiones respecto del nivel en que se desenvuelven los acontecimientos en el mundo, recabar ciertas consecuencias de lo que afirman personajes significativos que se encuentran en un bando que no es exactamente el nuestro.
Así pues han sido muy esclarecedoras las reflexiones efectuadas en un reportaje (Corriere della Sera, 17-6-06) por parte de Efraim Halevy, ex jefe del Mossad israelí durante los años 1998-2002 y por lo tanto alguien sumamente influyente, en relación a la situación actual en el Medio Oriente y en el mundo en general. Muy posiblemente preocupado por los avances que cotidianamente produce Al Qaeda en la guerra que en soledad conduce en contra de Norteamérica y de Europa, es que el mismo ha manifestado textualmente que lo que se ha establecido entre el “Occidente” y el grupo que capitanea Osama Bin Laden es propiamente “una tercera guerra mundial”. Ello sería así porque, tal como en las dos anteriores contiendas, en las cuales la colectividad que él representa se enucleó activamente del lado de los vencedores, también aquí de lo que se trata es de hacer frente a “quienes pretenden destruir el sistema social y económico americano y europeo” y, de la misma manera que en las otras ocasiones, tales contiendas podrán finalizar tan sólo “cuando los enemigos sean aniquilados”.
Sin duda alguna debe reconocerse que las declaraciones efectuadas por Halevy se encuentran notoriamente afectadas por los avances y victorias producidas por el grupo Al Qaeda al que indudablemente no logra detener en manera alguna todo el despliegue bélico multitudinario con que se le hace frente. En efecto, a pesar de haberse triplicado la presencia de tropas extranjeras de la ONU en Afganistán, el movimiento talibán, lejos de haberse extinguido como se decía hasta hace poco, ha alcanzado el control absoluto de las regiones del sur y del este del país, quedando las tropas invasoras aisladas en pequeñas bases y existiendo un gobierno prooccidental puramente formal y en jaque permanente por parte de la población en su único bastión que es la ciudad de Kabul, en donde ni siquiera allí se encuentra seguro. Recientemente un simple accidente automovilístico con soldados norteamericanos generó un motín callejero incontrolable de varios días de duración. No más alentadoras son las noticias provenientes de otros frentes de batalla en donde se desenvuelve tal tercera guerra, como el caso de Somalia. Allí las tropas que responden a Al Qaeda han tomado la capital del país y avanzan en forma incontenible por el resto de tan estratégico territorio. Y menos promisorias aun resultan ser las noticias provenientes de Irak en donde, a pesar de haberse dicho que con la muerte del jefe regional de tal organización, Al Zarqawi, Al Qaeda había llegado a su fin en tal país, y a pesar de haberse establecido un rigurosísimo toque de queda en Bagdad, en forma inmediata se multiplicaron los actos de violencia en contra de la ocupación extranjera acelerando de tal modo la huída de las tropas de varias de las naciones ocupantes, como las de Italia y Polonia que en poco tiempo retirarán la totalidad de sus contingentes.
Pero lo interesante resultan ser también las sugerencias que nos da Halevy en su desesperación por detener tal desastre que pone en serio peligro la misma subsistencia del Estado de Israel. En esto su postura es muy semejante a la de otros analistas europeos pronorteamericanos del estilo de Guy Sorman: nos propone buscar una alianza en contra de Al Qaeda en el seno mismo del Islam, en aquel sector que, según sus puntos de vista, por haber participado de elecciones, se encuentra más próximo del Occidente que del “fascismo” de Bin Laden que en cambio ha descartado cualquier tipo de acción democrática (1). Y entre éstos curiosamente llama a buscar un entendimiento muy vasto que no descarte a nadie, ni siquiera a aquellos sectores que se han mostrado como los más duros en la resistencia anti-israelí, como el Hezbollah y Hamas, pues en el caso específico de este último, cuando Bin Laden ha tratado de ponerlo de su lado ha contestado tajantemente: “no gracias, somos diferentes”. Y nos agrega finalmente que, ante la eventualidad de un peligro verdaderamente mayor, “Hamas y Hezbollah son aquellos partners que las sociedades libres deberán aceptar. No son indudablemente las opciones ideales, pero no existe la situación perfecta. Deberemos ir a cenar con el diablo, aunque vigilando que no nos envenene la copa”.
Hasta aquí las calculadas y sugestivas reflexiones de Halevy sobre la situación internacional. Habría que agregar algo más. Bien se ha dicho que la causa principal de las anteriores guerras estribaba en el hecho de que, además de querer socavarse los principios masónicos y judaicos en que se sustentan las diferentes sociedades “occidentales”, los distintos enemigos a los que había que abatir ponían además en serio riesgo el sistema financiero internacional el cual basa su existencia en la acumulación de divisas por parte de los diferentes Estados. Sí en la época en que Hitler gobernó era el oro el patrón de las distintas economías en el mundo y la riqueza de las naciones estaba determinada por su mayor o menor posesión, hoy las circunstancias son peores que antes pues se trata simplemente de una moneda impresa (hoy el dólar, mañana podría ser el euro) y por lo tanto de cantidad ilimitada en su emisión, la que la determina (2). De la misma manera en que Hitler se negó en su tiempo a aceptar el patrón oro en la determinación de sus finanzas internas, lo cual fue una de las causas principales de enemistad por parte de tal sistema y una de las razones por las que se desencadenó una gran guerra, desde antes de entrar a la palestra con sus múltiples acciones en contra del “Occidente” Al Qaeda rechazó siempre depositar sus fondos en bancos occidentales por negarse a practicar la usura, pecado expresamente combatido en el Corán.
(1) Es de señalar al respecto que el N° 2 de Al Qaeda, Al Zawahiri, se ha negado expresamente, a diferencia de otros líderes islamistas de Palestina, a participar de un referéndum relativo a la existencia del Estado de Israel. Sus argumentos fueron muy contundentes. Manifestó que dicha problemática entra en el marco de aquellas cosas sagradas que no pueden ser sometidas a votación, como por ejemplo que Mahoma es el profeta o que Allah existe.
(2) A contramano de tal punto de vista antisistema, diferentes países y gobiernos que se postulan para el papel de adversarios de Norteamérica, tales como China y Venezuela por ejemplo, se destacan también por acumular cantidades aluvionales de dólares (Pekín ya ha acumulado la friolera de 870 mil millones de tal moneda). De esta manera, a cambio de varias toneladas de papel impreso, financian con sus productos, entre ellos principalmente el petróleo en el caso de Venezuela, el accionar de las tropas norteamericanas en el Medio Oriente. Es que indudablemente la alianza con el “mal menor” que proclama Halevy ya existe en la realidad.
Buenos Aires, 19-6-06O
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